lunes, 29 de febrero de 2016

Probando, probando… toc, toc, toc… ¿hay alguien ahí?


Queridos otros, dos puntos.

Que gracias por estar ahí (si es que queda alguien). Porque si no estuvierais ahí no seríais otros, seríais yo, que estoy aquí. Y es que todos los que no son yo, son otros, no sé si me explico. Y que estoy aquí, otra vez (léase con tono de oooooootra vez).

Es importante que haya otros, ya os digo, no solo porque me hacéis habitable, sino porque además devolvéis mi imagen, esa que proyecto y que los otros restablecéis de mil formas, maneras, intenciones y colores. Y lo que se aprende. Es lo que tiene: queramos o no las personas transmitimos.

Ya, lo sé, hay “otros” y “otros”. Se podría escribir un manual sobre esto (Manual de la otrosidad, tomo I de CL), pero no pretendo hacer de amanuense cibernética. En cualquier caso, todos los otros me hacéis a mí. Hasta quienes quieren amargarme la vida me construyen, esa es mi victoria sobre ellos. Y luego estáis los otros que me edificáis con cariño, con amor, con palabras, con paciencia, con dulces reproches, con abrazos, con cuidados, con sabiduría, con idas y venidas, con generosidad, con tiento… Pues a esos otros no os digo nada porque no tengo palabras para vosotros. Se me deshacen, se me quedan chicas, no alcanzan. Sois muy grandes.

A todos estos otros va dirigida especialmente esta carta punto com. Porque por vosotros (y porque no sé leer sin contarlo y contarme y porque este es mi cuaderno y no renuncio a él) es porque vuelvo a tomar aposento en mi cuarto propio, asiento bien firme la bandera de mi corazón en él e iré poco a poco reconquistando este lugar tan querido para mí, tan mío. E iré, también poco a poco, reconquistando vuestros cuartos propios.

Imagen de Andrew Lucas
Siempre el futuro de un blog es algo incierto, deliberadamente incierto. En mi caso el blog es una excusa para hacerme más habitable (entre otras cosas). Aquí rediseño los recuerdos, lo vivido, lo leído, lo sentido. Y en ese recorrido van desapareciendo las tensiones. Cada palmo de este blog susurra, rebulle, vive, gime, grita, zumba, crepita, aúlla, late, ama, se mece… A veces me ha abrumado esa sensación tan clara de presencia, vuestra y mía. Por eso he estado un año titubeando. Ahora sé que todos somos impares haciendo pares, que cada relato individual construye un relato común, que hemos aprendido a detectarnos sin vernos, que somos relativamente hábiles para no perdernos, que reconocemos al dedillo pequeñas señales. Y así, nos vamos encontrando unos a otros. Reconociéndonos. El tiempo aquí no nos gana ni nos vence ni nos transcurre. Nos acompañamos sin prisas y sin márgenes.

Ya no me asustan los espejos, aunque sé que las imágenes espejeadas, espejos reales, espejos imaginados, pueden clavarse como astillas al partirse. Al fin y al cabo una no es tonta para las cosas que le afectan a sí misma. O tal vez sí. Pero he aprendido la lección. Sé que debiera de mantener la distancia justa, la implicación necesaria, la apariencia oportuna. Lo sé. Pero… soy yo, soy yo, soy yo. No renuncio a mí y esa es mi forma de renunciar a los abismos que se abrieron bajo mis pies. Nada de saltarlos en dos pasos (¡error!). Los precipicios se saltan así: con amor propio

Imagen: Giacomond - Quint Buchholz
A través de (o gracias a) este blog me han llegado muchos y diversos abrazos. Sé que seguirá habiéndolos y que vendrán abrazos nuevos (y buenos). Que se quedarán atrás los que eran fanfarria y que seguirán los que son veraces. Lo sé de la misma forma que sé que ahora estoy aquí y que no sé si seguiré estando los próximos minutos, horas, días, meses, años. Lo sé porque existen las certezas, todos tenemos la certeza de lo incierto. Y mis certezas siguen siendo las personas. Y no, no renuncio a ellas (y esta es una de mis victorias). Hace tiempo que aprendí que la vida no es otra cosa que las personas, estén donde estén. Hemos nacido para muchas cosas, pero todas, absolutamente todas, pasan porque en tu vida haya personas, porque al final del viaje tu maleta esté llena de nombres, manos y abrazos. Personas.

Esto es un aviso: se abre de nuevo la puerta de Lo que leo lo cuento. Pero, y sobre todo, es también un agradecimiento. Cada cual sabe la medida de ese agradecimiento. Y si alguien no tiene clara esa medida (y es posible, porque hay personas que desconocen su contribución a este paso de volver a retomar el blog, con todo lo que eso implica) y quiere saberlo, razón aquí



Y ahora quien se atreva, que pase y se acomode. Está la puerta abierta, las ventanas también, que corra la luz, preparen la libreta que vienen los libros, desvaríos y blasfuemiadas varias y que nada ni nadie me detenga.
(©AnaBlasfuemia)